La familia Hughes es reconocida como un imperio que se ha construido sobre huesos rotos y cuerpos descompuestos. Sus cimientos hechos a base de las mejores decisiones con moral cuestionable.
Solo un poco. Solo lo suficiente. Solo lo necesario. Solo por precaución. Solo por si acaso.

Hughes sin embargo tiene una debilidad: Sus hijos. Los cachorros de león. Todos ellos dispuestos a seguir el negocio familiar. Todos con la sabiduría de que tienen grandes pólizas de seguro al rededor.


Hermanos de sangre:
El menor de los herederos Hughes fue el que le fue presentado a Ryder. No los presentaron como hermanos, pero sí como compañeros y amigos. Estudiaban juntos. Jugaban juntos. Pero en cierto tiempo sus momentos fueron dividiéndose, Ryder siendo entrenado para proteger y servir, el niño Hughes para manejar una empresa y mostrar buenos modales.

Lamentablemente para el Señor Hughes, la relación entre ambos niños fue desarrollándose para convertirse en verdaderos amigos y no quedar en una relación entre jefe y empleado. El joven Hughes que el tiempo y condición social lo volvió caprichoso, dándose cuenta que no importaba qué hiciera, podía salirse con la suya por influencia de su apellido y que no importara cuántas narices tocase esa actitud suya, Ryder iba a meter las manos para defenderlo sin importar si tenía la razón o no.

Joven Hughes le tocó las narices una noche a la persona equivocada, Ryder jura hasta el momento que fue su culpa y no reaccionó a tiempo, culpándose hasta el día de hoy. La verdad; el joven Hughes es consciente de que Ryder pudo haber recibido la herida por él, pero él no lo quiso así al darse cuenta que su amigo de toda la vida, su sombra, la única persona en quien confiaba de verdad podía salir herido o hasta perder la vida en ese momento. Se dejó golpear.

Le ofrecieron la vida de Ryder, pero él tomó la de otro más. Y Ryder de dieciocho años recibió un castigo: Una larga quemadura hecha con hierro caliente a lo largo de su espalda. Al menos sigue vivo.

Hace tres años el Señor Hughes decidió que era hora de que el último de sus hijos empezara a hacerse cargo de los negocios familiares en California, con sede en San Francisco, partiendo de forma indefinida de Washington D.C.